miércoles, 31 de enero de 2018

Hebreos 9:14


Oh, preciosa sangre que nos limpia, que quita toda mancha de nuestros incontables pecados y nos permite ser aceptos en Jesús a pesar de todas las maneras en que nos hemos rebelado contra nuestro Dios. La sangre de Cristo también es preciosa debido a su poder preservador, dado que bajo su sangre rociada estamos a salvo del ángel destructor. Recuerda, la verdadera razón por la que somos perdonados es porque Dios ve la sangre. Esto debiera reconfortarnos, porque aunque nuestros ojos de la fe se tornen borrosos, los de Dios permanecen firmes y constantes. Su sangre también es preciosa por el poder y la influencia santificadora en nuestra vida. La misma sangre que nos justifica quitándonos los pecados en la salvación sigue actuando, dándole vida a nuestra nueva naturaleza e impulsándonos a contener el pecado y obedecer los mandamientos de Dios. Jamás podrá haber una motivación mayor a la santidad que la que brotó de las venas de Jesús. Y cuán preciosa (indescriptiblemente preciosa) es su sangre porque tiene poder vencedor: «Ellos lo han vencido por medio de la sangre del Cordero» (Apocalipsis 12: 11). ¡Cómo podrían hacerlo ellos de otro modo! El que pelea usando la preciosa sangre de Jesús emplea un arma que jamás conocerá derrota. ¡La sangre de Jesús! El pecado muere ante su presencia y la muerte ya no es muerte, porque es la que abre las puertas del cielo. ¡La sangre de Jesús!


C.H.Spurgeon

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