¿Se puede tener paz en medio de la dificultad? Cuándo te han robado tu ministerio, tu propósito en la vida, te han ultrajado, humillado, perseguido, has descubierto que la lealtad de los que te rodeaban no era sincera, la gente te ha dado la espalda, ¿puedes tener paz? Hoy veremos que sí, porque la paz qué Dios da no depende de las circunstancias que te rodeen, depende de Él y la confianza y la seguridad que tengas en Él. Hoy vamos a ver qué aunque tu mundo exterior se derrumbe, puedes sentirte seguro, porque el Dios de paz está contigo y puedes estar seguro que aplastará en breve a tus enemigos bajo tus pies. Eso es lo que dice su Palabra, y en ella descansamos.
Hoy vamos a ver una vez más la vida de David y cómo en medio de una gran crisis tenía paz. Veamos brevemente la historia. Podéis leerla completa a partir de 2 Samuel capítulo 15. No lo haremos aquí por cuestión de tiempo.
Absalón, el hijo de David se había revelado contra su padre, le había usurpado el trono, acabó humillándolo acostándose con las diez concubinas que Davis había dejado para el cuidado el palacio, sus súbditos le habían dado la espalda. ¿cómo te sentirías si fueses David? Su ministerio, el propósito de Dios para su vida, había sido atacado de tal manera que pareciera se había terminado totalmente. Vuelvo a preguntar ¿Cómo te sentirías si fueses David? Y creo que lo peor de todo es que este ataque venía en la persona de su hijo, alguien a quién quería, cercano, que le había hecho sufrir mucho, y a quien le había perdonado mucho ¿qué habría sentido yo? ¿Cómo habría actuado? ¿me rendiría? ¿Tiraría la toalla? Yo no estoy muy segura de lo que haría porque no he estado en esa terrible prueba. Puedo pensar en lo que creo haría pero sólo serían conjeturas. Lo que sí sé muy seguro es lo que hizo David. No sé rindió, no tiró la toalla, tuvo que huir, pero eso no era el fracaso, era un plan para la Victoria. No escuchó a sus enemigos, a los detractores. No, nada de eso, sino que corrió a rendirse a los brazos de Dios. Quizás Absalón podía arrebatarle el trono y la gente darle la espalda, pero tenía la seguridad de la fidelidad de Dios para con Él.
Veamos este breve y hermoso salmo que David compuso en este momento de dificultad, de estrés, de dolor.
Leamos:
Muchos son, Señor, mis enemigos;
muchos son los que se me oponen, Salmo 3:1 NVI
y muchos los que de mí aseguran:
“Dios no lo salvará”. Selah Salmo 3:2 NVI
David comienza desahogándose con Dios y contándole la verdad de su situación, “tiene muchos, muchos enemigos, hay muchos que se le han opuesto”. No sé que es para ti tu ministerio, el llamado de Dios a tu vida, para mí lo es todo. Para David también era muy importante. El ministerio es lo que Dios quiere para nuestras vidas, para la vida de David, para la mía, para la tuya. Es aquello para lo cuál has sido creado y que te traerá satisfacción.
Supongo que como en todo, siempre habrá gente que se oponga a tu ministerio, pero que no se equivoque el que lo haga, el que se opone al llamado de Dios para una persona, hace la obra del enemigo, de un opositor. David así nos lo hace sentir en estos dos versículos, nos dice, muchos enemigos se han opuesto a él, a su llamado. Es muy triste esta situación pero si conoces la historia de David, esto no duró mucho, David recuperó el reinado y Absalón no sólo terminó en derrota, sino que murió.
Mathew Henry escribió “¡Qué engañosos y peligrosos son todos ellos! ¡Y qué poca fidelidad y constancia se halla entre los hombres! David tenía el afecto de sus súbditos tanto como puede haberlo tenido cualquier otro rey, y, con todo, de repente, ¡los perdió todos!” Qué triste me parece la falta de fidelidad en las personas. Hay personas que tan pronto están contigo y tan pronto están contra ti. Una cosa que debemos orar y buscar en Dios es que nos haga fieles para aquellos que nos ha dado. Ninguna de las personas que hay a tu alrededor es por casualidad, debemos creer que Dios los ha puesto ahí para bendición para nuestras vidas y la nuestra para bendición de la de ellos. El enemigo quiere destruir esto, quiere que nos enemistemos pero recuerda esa no es la voluntad de Dios.
David dice algo tremendo, muchos han asegurado que Dios no lo salvaría. Y es que en este caso, no solo corría peligro su reinado, su ministerio sino también su vida. Su hijo llegó a estar tan enfadado contra él, que no sólo quiso su reinado, sino su vida. Mathew Henry escribió “Un hijo de Dios se sobresalta ante el mismo pensamiento de desesperar de la ayuda de Dios; no puedes afligirle con algo peor que el intentar persuadirle de que «No hay salvación para él en Dios”. A Absalón se le habían unido muchos, y muchos le aseguraban a David que Dios no lo iba a salvar. No hay nada que pueda ser más terrible que creer que no hay posibilidad de salvación en Dios para ti. Lo que nos sostiene en muchos momentos difíciles de nuestra vida es que tenemos esperanza de salvación en Dios. Sin esta esperanza, sin la fe en la ayuda diaria y continua de Dios para con nuestra vida no podríamos vivir, yo no puedo vivir.
W.M.Gurnall escribió “Cuando el creyente pone en duda el poder de Dios, o su interés en él, su gozo desaparece como la sangre sale de una arteria cortada. Este versículo es, verdaderamente, una herida dolorosa”. ¿Has perdido el gozo? ¿Quizás has perdido la esperanza de que Dios sea tu ayudador, tu salvador? Déjame decirte que el Hijo de Dios bajó de su gloria, tomó forma humana para poder ser tu Salvador. Si dudamos de su ayuda, de su salvación, hemos caído muy profundo y debemos volvernos a Él.
¿David estaba creyendo esta mentira? No, estaba diciéndole a Dios lo que le decían sus enemigos, que es bien distinto. De hecho, David creía firmemente que Dios era su ayudador como vamos a ver en los siguientes versículos.
Pero tú, Señor, me rodeas cual escudo;
tú eres mi gloria;
¡tú mantienes en alto mi cabeza! Salmo 3:3 NVI
Clamo al Señor a voz en cuello,
y desde su monte santo él me responde. Selah Salmo 3:4 NVI
David va a exponernos su fe, lo que cree y le mantiene firme a pesar de que todo su mundo pareciera se haya derrumbado en un momento. ¿Qué nos dice?:
Primeramente siente que el Señor, el Todopoderoso rodea su vida cual escudo. Siempre me ha impresionado esta verdad. Los escudos protegen hasta dónde cubren, y aquí dice, me rodeas. No hay nada que quede al descubierto, cualquier parte de mi vida está cubierta. Gracias Dios porque si Tú me rodeas cuidándome, nada puede hacerme daño, no importa lo mucho que el enemigo lo intente. Gracias porque Tú mi Señor eres mi escudo, el que me protege, me guarda. Gracias porque no hay nada por dónde las flechas del enemigo puedan penetrar a mí. Señor no permitas que yo quite tu protección de mis oídos, de mi mente. Que cada día y en cada momento lleve cada pensamiento cautivo a la obediencia de Cristo. Haz que mis oídos sean sordos a las mentiras de mis enemigos.
Segundo, Dios era su gloria. Era para David un orgullo que Dios fuera su Dios y por lo tanto su gloria. ¿qué es para ti tu gloria? ¿que te hace tener felicidad plena? esa felicidad plena ¿está en Dios? Para David no estaba en el palacio, en la gente, ni siquiera en su ministerio, estaba en Dios y eso nadie se lo podía arrebatar. Vuelvo a preguntar ¿quién o qué es tu gloria?
Tercero, nos dice “tú mantienes en alto mi cabeza”. El enemigo ha querido que huyera cabizbajo quizás creyendo que a causa de sus pecados pasados no había salvación para él, pero Dios lo había perdonado, y al perdonarlo, había borrado todo lo que era contrario para él. Dios ya no se iba a acordar más de esos pecados. El hombre sí. Su mismo hijo también, pero Dios no. Todo lo contrario, Dios es quién mantenía en alto su cabeza. Si hay pecado en tu vida llévalo a Dios y si ya lo has confesado, Dios te ha perdonado, porque Él lo hace instantáneamente en base a la obra de la cruz, no dejes que nadie pretenda que tu cabeza esté gacha, Dios es quién te la levanta. Si Dios te perdona, ¿por qué dejar que el enemigo o el hombre te condene? Desecha toda condenación de tu vida y ruega a Dios que cada día mantenga tu cabeza en alto.
Yo me acuesto, me duermo y vuelvo a despertar,
porque el Señor me sostiene. Salmo 3:5 NVI
No me asustan los numerosos escuadrones
que me acosan por doquier. Salmo 3:6 NVI
¿Te das cuenta lo que conlleva la afirmación que hace David en estos dos versículos? Realmente habían escuadrones acosándolo, intentando matarlo y él nos dice: me acuesto y me duermo y vuelvo a despertar. Gloria a Dios. ¿cuántas veces las has pasado en vela debido a algún pequeño problemilla? No te digo que ese problema sea que escuadrones quieren matarte, cosas más suaves no me han dejado dormir, no he encontrado la paz para hacerlo. ¿sabes por qué? Pues tristemente viendo este estudio tengo que decir, “porque no he creído que Dios me sostenía”. Perdón Padre Amado cuando desconfío de tus cuidados, de tu protección para con mi vida. Cuándo dejo que el estrés sea el que controla mis pensamientos y mi sueño, ayúdame cada día a descansar en ti, en tus promesas, en tu Palabra. David te conocía de una manera tan profunda. Yo quiero conocerte así, que en toda circunstancia pueda confiar en tu sostén, en tu cuidado. Qué nada pueda estorbar tu paz en mí, una paz que sobrepasa todo entendimiento. Qué cuándo el enemigo venga como torpel o cómo un susurro, yo sepa discernirlo y buscar tu rostro, dejar que tu Espíritu Santo me hable dándome dirección, me ministre con su paz. Señor anhelo conocerte más profundamente.
La Biblia del diario vivir nos da un consejo muy acertado “Si usted se pasa la noche despierto por la preocupación de no poder cambiar las circunstancias, derrame su corazón delante de Dios y agradézcale que El lleva las riendas de todo. Luego, ¡descanse!”
La versión Reina Valera dice “no temeré a diez millares de gente, que pusieron sitio contra mí”. Qué gran declaración de confianza. No es que no le temiera a su hijo, es que aunque muchos le sitiaran, porque casi todo el pueblo se había unido a Absalón, no les iba a temer. ¿Por qué podía decir esto? Porque sabía que con él estaba el Todopoderoso, aquel que echa fuera todo temor, aquel que es su victoria.
Busquemos que nuestra fe crezca más y más, ya que nos ayudará a confiar en Dios, en cualquier circunstancia, venga lo que venga, sin importar si todos, incluida tu propia carne se te oponga.
Wm. Cowper escribió “No importa quiénes sean nuestros enemigos, por más que sean legiones en cuanto al número; en cuanto al poder, principados; en sutileza, serpientes; en crueldad, dragones; en ventaja de emplazamiento, príncipes del aire; en cuanto a malicia, maldades espirituales; más fuerte es el que está con nosotros que los que están contra nosotros; no hay nada que nos pueda separar del amor de Dios. En Cristo Jesús nuestro Señor seremos más que vencedores”.
¡Levántate, Señor!
¡Ponme a salvo, Dios mío!
¡Rómpeles la quijada a mis enemigos!
¡Rómpeles los dientes a los malvados! Salmo 3:7 NVI
Tuya es, Señor, la salvación;
¡envía tu bendición sobre tu pueblo! Selah Salmo 3:8 NVI
David va a terminar orando, pidiéndole a su Señor que se levante y le ponga a salvo, que destruya a sus enemigos. Rómpeles la mandíbula, los dientes. David quería ver la destrucción de sus adversarios. Aunque estemos confiado en Dios, podemos seguir orando. No es falta de fe, ni momento de duda, es justicia. David había sufrido en su huída. 2 Samuel 15:30 NVI nos describe brevemente como iba en su huída “David, por su parte, subió al monte de los Olivos llorando, con la cabeza cubierta y los pies descalzos. También todos los que lo acompañaban se cubrieron la cabeza y subieron llorando.” También podemos saber leyendo la historia como un miembro de la familia de Saúl, salió al camino a maldecirlo y tirarle piedras. No había sido una huída fácil y pedía justicia.
No es pecado cuándo alguien ataca tu ministerio que pidas que Dios te haga justicia. Dios ha visto todo y oído todo y es Dios de amor, pero también es Dios de justicia. Que nadie te condene por orar por justicia porque vemos en muchos lugares de la escritura como en éste, que es bíblico.
David proclama que la salvación es de Dios. Comenzaba el salmo compartiendo con nosotros como muchos se habían burlado de él diciendo que no encontraría la salvación en Dios, pero quiere dejar claro que sí, que de Dios sí era la salvación, que era,su Salvador y en Él se sentía seguro y finaliza pidiendo que Dios envíe no sólo bendición para su vida, sino para Su pueblo, revelando aquí el corazón humilde y preocupado del hombre que Dios puso al frente de su pueblo.
Quiero finalizar con unas palabras de Jesús: Juan 16:33 NVI “Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo.”
Que Dios os bendiga
Os espero en una próxima porción
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