¿Conoces a Don Perfecto o Doña Perfecta, aquellos a cuyos ojos nunca han roto un plato? ¿Eres uno de ellos? Este proverbio nos lleva a considerar cuan fácilmente somos engañados por nosotros, como somos cegados a nuestra realidad. Nos cuesta reconocer que fallamos, unos más que otros hay que decir, pero conozco a personas que se llevan mal con todo el mundo y no es que esa persona tenga un problema es que la gente no la trata bien. Así que lo primero que hoy consideramos es la necesidad de pedir a Dios humildad para reconocer que no siempre me comporto de la manera correcta, ponernos delante de Dios con la actitud correcta de que nos examine; y nos cambie, porque otros pueden ayudarnos a ver algunas cosas que hacemos mal, pero quizás son incapaces de ver cual es la verdadera raíz del problema y eso lo sabe bien Dios, a Él no se le puede engañar, Él conoce perfectamente los espíritus. Pongamonos en manos de consejeros que nos ayuden pero sobre todo, pongámonos en manos de Dios que quiere y puede limpiar y santificar nuestras vidas. Bendiciones.
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