Hoy nos encontramos con dos acciones, que son palabras cortas pero diametralmente distantes en significados, en objetivos, en consecuencias. Por un lado tenemos odio y por otro amor. No tienen que ver nada la una con la otra, es más diría que odio es consecuencia de la ausencia total del amor entre otras cosas.
¿Qué nos dice Salomón hoy? Nos dice, ten cuidado con el odio porque lo que hace es provocar, despertar peleas, rencillas. El odio es en sí algo terrible que debe estar eliminado de la vida del creyente, es feo y malvado, no solo porque provoca peleas sino porque aleja el amor de la vida del hombre y puede llegar a pudrirlo, envenenarlo por dentro. El odio es sutuil. No aparece de pronto, heme aquí, sino que vamos dejando quedar resquicios de rencores que al final llegan a convertirse en algo que ya es una fortaleza difícil de quitar aunque no imposible y mucho menos con la ayuda de Dios.
Por el contrario, el que ama es capaz de cubrir las ofensas, las transgresiones las faltas de la persona que es objeto de su amor. Esto lo vemos muy claro en las madres con los hijos, un amor incondicional que va más allá de quedarse preso de la herida sufrida. Piensa en el amor incondicional de Jesús, que fue capaz de morir en la cruz para pagar el precio de los pecados. El amor verdadero no es injusto, no cubre actuando con injusticia, sino que está hablando de perdonar, de no cobrar de el precio.
Señor aleja de mi vida cualquier actitud que pueda llevarme algún día a odiar a nadie y derrama de tu amor en mí para poder amar como Tú y solo Tú amas.