«Jesús miró con enojo a los que lo rodeaban, profundamente entristecido por la dureza de su corazón. Entonces le dijo al hombre: «Extiende la mano». Así que el hombre la extendió, ¡y la mano quedó restaurada!» Marcos 3:5 NTV
Vemos a dos personas y un grupo y vemos cómo describe los sentimientos de ellos. Por un lado vemos a un hombre enfermo. No dice cómo se siente pero si alguna vez has estado enfermo puede imaginar cómo se sentiría, quizás con desesperanza ante la imposibilidad de un cambio en su situación, quizás, desánimo, abatimiento.
Por otro lado vemos a un grupo, el versículo anterior los describe como “enemigos de Jesús”, qué tristeza más grande ver que formas parte de un grupo contrario al Dios creador, al Todopoderoso, cuando se creen servidores de Él. Da respecto ver cuán ciego puede estar el hombre. Otra característica que nos dice el versículo es que Jesús ve dureza de corazón en sus vidas. No les importaba el dolor por el que este hombre hubiese pasado, su vida, sus circunstancias. Si le sanaba, tenían motivo para arrestarle.
Y vemos a Jesús, triste como lo describe aquí. Dice profundamente entristecido. Que cosa, nuestra pecaminosidad, nuestra falta de empatía y compasión hacia el mundo en necesidad hace entristecer el corazón De Dios.
Con enojo ante la humanidad que no quiere cambiar, que está endurecida, en pecado, sin cambiar y sin querer dejar la posibilidad a que la persona cambie.
¿Pero sabes una cosa? Quizás el enojo y la falta de compasión te frenen. Quizás el hecho de que irían más contra nosotros nos frene. Pero a Jesús. Jesús siempre hizo la voluntad De Dios sin permitir que la gente que le rodeaban ni las emociones le estorbaran.
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