Hoy quiero agradecerte por los atardeceres, cuando el día casi acaba y puedo darte gracias por tu gran fidelidad. Quiero darte gracias cuando ha llegado la noche porque Tú me has hablado, guiado, cuidado, me has ayudado en la enfermedad y a pesar de ella he podido o estoy terminando con todas mis tareas. Has guardado mi vida y a la de mi familia. Puedo decir que has ayudado con mi madre y hoy ha estado más tranquila. Me has recordado algo importante: Que aunque el enemigo esté enfrente, no estoy sola, me has dado sabiduría para tratar contra él, todas las armas necesarias y me ha dado la ayuda de tu Espíritu Santo para saber librar las batallas. Cada día me hace recordar más y más la necesidad del Espíritu Santo en mi vida. El gran regalo que tengo y cada noche, cada atardecer, puedo decir, gracias Espíritu Santo por vivir en mí.
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