Quisiera empezar con una cita del escritor Jack Kornfield "El corazón es como un jardín. Puede crecer la compasión o el miedo, el resentimiento o el amor. ¿Qué semillas plantarás allí?".
Esta semana en el devocional que estoy meditando de Charles R. Swindoll el tema a tratar es el afán de venganza. Me ha llevado a meditar mucho en las heridas, el resentimiento o rencor, el deseo de venganza. ¿Qué voy a dejar florecer en mi corazón, algunas de estas cosas o el perdón, o aún mucho mejor la misericordia y la gracia?
¿Quién no ha sufrido una herida? Vivimos en un mundo donde en ocasiones tenemos tropiezos con las personas y la forma de enfrentarlos revelará la madurez espiritual que tenemos.
El primer paso con el que nos encontramos es enfrentar el conflicto. Muchas veces la forma de enfrentar el problema llega a agravarlo más. Va a depender mucho del tipo de personalidad y de las áreas aún no santificadas en nuestras vidas.
Yo he compartido ya varias veces que cuando llegué a conocer al Señor, tuve que tratar duramente con el enojo, la ira, el mal carácter, la falta de paciencia. Al final mi reacción a la herida había ocasionado no solo que la otra persona no se arrepintiera y pidiera perdón, sino que resaltaba el hecho de que yo y no la otra persona tenía un problema.
A medida del paso de los años y las pruebas, Dios fue poco a poco domando mi carácter, y normalmente ese león rugiente ha muerto en mí, para dar paso a un espíritu más dócil. Pero no por eso deja de doler. Entonces el primer paso que aprendí fue aprender a enfrentar el problema.
El segundo paso era perdonar. No podía dejar que el dolor se llegará a incrustar. Además es un mandato divino. Dios nos manda perdonar las ofensas de los otros, te duela como te duela.
Uff son palabras muy pero que muy claras. Dios llamándonos a perdonar como Dios nos perdonó en Cristo.
Déjame leerte una cita de Neil T. Anderson "El perdón significa aprender a vivir con las consecuencias del pecado de otra persona. El perdón es algo costoso; pagamos el precio de la maldad que perdonamos. Sin embargo, vas a tener que convivir con las consecuencias, lo quieras o no; tus únicas opciones entonces son: vivir con amargura y sin perdonar o vivir con la libertad del perdón"
Cuánta razón en estas palabras. He reflexionado sobre ellas y tienen tanta razón. Perdonar es vivir con las consecuencias del pecado de otra persona, pagar el precio de la maldad que perdono. Pero, ¿qué opción nos queda, desobedecer a Dios? Y no solo eso ¿vivir con amargura? La falta de perdón es como un cáncer que cangrena por dentro, que te destruye, y te llena de resentimiento y amargura.
Walter Riso escribió " Maldito rencor, pasé los mejores años de mi vida concentrado en el dolor del pasado, en lugar de centrarme en la dicha del presente…" ¿queremos eso? ¿queremos perder las oportunidades del momento presente solo por estar concentrados en el dolor del pasado? Es difícil soltar la herida pero más perjudicial es que vivamos anclados y angustiados en el pasado. La falta de perdón produce unas raíces profundas de rencor y resentimiento.
El psicólogo Adrián Triglia escribió "No es posible remontar el vuelo si estamos anclados al suelo presos del resentimiento.". ¿Quieres vivir anclado?; ¿preso? No es la clase de vida que Cristo compró en la cruz del Calvario para ti. ÉL murió para perdonarte y hacerte libre, Él murió a causa de tu pecado, de tu ofensa a Dios, para perdonarte, para hacerte libre, así que rompe las ataduras y vuela alto, aprende a perdonar.
Ahora ya vamos subiendo un peldaño en nuestro crecimiento espiritual, aprendemos a perdonar como Cristo nos perdonó.
El siguiente paso es ser libre de la venganza. ¿Cómo? Perdonamos entregando a Dios nuestro dolor y dejándolo en sus manos. Oramos Señor haznos Tú justicia. Es nuestro derecho. CRisto en la cruz pagó el castigo de mi pecado, Él es la justicia ante Dios Así que cuando perdono oro a Dios entregándole mi dolor y dejando a Dios que Él se ocupe del problema, que Él aclare lo sucedido. Y puede ocurrir un problema. Y es que a veces aprendemos a perdonar, a dejar en manos de Dios que nos haga justicia y Dices vez tras vez, en tu dolor, Tú eres mi justicia. Pero puede ocurrir que esperamos la justicia como venganza, y llegamos a tener una lista de "me tienes que hacer justicia por esto, por aquello, por ". Y no solo eso, cuando la persona está por fin por caer, nos puede llegar a entrar un regocijo. Ojo. Estamos en otro problema.
Nos dice no te huelgues, no te alegres. Charles R. Swindoll escribe: "El regocijo ante la caída revela un corazón de amargura y resentimiento que cometería venganza si tuviera oportunidad".
¿Será entonces que tenemos un corazón de resentimiento? El resentimiento se define como un Sentimiento persistente de disgusto o enfado hacia alguien por considerarlo causante de cierta ofensa o daño sufridos.
Podemos llegar a decir, yo no siento disgusto o enfado persistente, pues he cedido mi derecho a buscar la justicia a Dios. Yo decidí ceder mi derecho de venganza a Dios y lo espero. La Escritura es clara en el hecho de que yo puedo orar al Señor según Deuteronomio 32:35 donde nos dice "Mía es la venganza y el pago".
Asī que Dios es claro, si me alegro cuando alguien que me ha dañado cae, con la cantinela externa o interna de "ya lo había dicho" aún tengo un problema no solucionado
Entonces, ¿no debería esperarlo? No es no esperarlo, el problema está en alegrarme si ello ocurre.
Después de esto, he aprendido que Dios me quiere llevar a un paso nuevo en mi madurez, en el área del perdón. El devocional decía, "y qué si Dios quiere tener misericordia" ¿estamos realmente preparados a ello, a que en vez de hacer justicia, Dios decida hacer misericordia.? Es más ¿oramos en vez de por justicia por misericordia?
Consideramos si un acto de misericordia sería mas beneficioso para la obra de Dios, para la vida de la persona. Y entonces, nos encontramos con Dios tratando en nuestro interior y poniendo en orden lo intereses. ¿Qué debería ser más importante, mi justicia o su obra? ¿Qué debe ser más importante mi justicia o el bien en otra persona? Y nos nos encontramos con la gran realidad, Dios es sabio y siempre busca hacernos crecer. Hay un paso más allá del perdón, y es perdonar y orar por esa persona para que Dios tenga misericordia de ella. ¿Lo hacemos? ¿Estamos dispuestos a ello?
Pensando en esto, voy a la iglesia y el pasaje que se comparte es Jeremías 33:1-9. Te animo a leerlo en tu casa. Yo no lo haré aquí por tiempo pero te voy a contar más o menos que pasa. Jeremías ha hablado al pueblo por el pecado contra Dios que estaban cometiendo y a causa de sus palabras lo metieron en un pozo. Dios le habló en su problema, en su dolor y le animó a clamar poderosamente, diciendo que le enseñaría cosas grandes y ocultas que no conocía. Uno esperaría en esa situación que Dios le dijera que lo iba a rescatar, a sanar, a hacerle justicia, pero se encuentra que Dios le dice que va a restaurar al pueblo, os dejo las palabras literales:
Qué grande es Dios, les perdonaría, los sanaría, limpiaría, les daría abundancia de paz y de verdad, Dios se glorificaría a través de sus vidas, sus testimonios harán que la gente conozca el amor transformador de Dios. Obraría misericordia en ellos.
Te imaginas, ¿es el tipo de respuesta grande y oculta que esperarías oír en el pozo, en tu prueba? Pero Jeremías era un gran hombre de Dios y amaba la obra de Dios y eso sé que sé le satisfizo. Él estaba por encima de la venganza y amaba la obra de Dios.
¿Qué de esto en tu vida? ¿En la mía? ¿Amamos tanto la obra de Dios que estamos dispuestos a negarnos a nosotros mismos y orar que Dios no nos haga justicia sino misericordia a aquel que nos ha herido?.
Pero no voy a quedarme aquí, el último paso en el devocional me animaba a mostrar gracia, a hacer acciones de gracia. Guau, eso si que ya es otro paso más. Podemos decir: Dios muestra Tú misericordia, pero que vayamos y le hagamos actos de gracia, ¿no es demasiado pedir?
Dios me ha hablado muy profundamente, ¿cuánto amas mi obra? ¿Cuánto amas la extensión de mi reino? ¿Cuánto estás dispuesta a negarte a ti misma por amor a mï? Dios me está hablando en un tema específico de mi vida. Tengo que decir que es una semana dura espiritualmente, con luchas por varios frentes mientras Dios me hablaba esta palabra, pero tengo que decir que aunque físicamente más débil por la batalla y la enfermedad, más fuerte en mi espíritu, decido decir sí, Tu obra está por encima de mis sentimientos, de todo. Mi amor por ti tiene que vencer cualquier frente. No dejaré que nada ni nadie me mantenga anclada, quiero revelaciones de tu parte aunque ellas me lleven a negar vez tras vez mi yo, porque quiero oír tu voz fluida en mí, quiero que te muevas en mí, que TÚ puedas fluir a través mío. No dejaré que nada, ni nadie se interponga. Me comprometo a hacer actos de bondad.
Os espero en la próxima porción.
Bendiciones.
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Esta semana en el devocional que estoy meditando de Charles R. Swindoll el tema a tratar es el afán de venganza. Me ha llevado a meditar mucho en las heridas, el resentimiento o rencor, el deseo de venganza. ¿Qué voy a dejar florecer en mi corazón, algunas de estas cosas o el perdón, o aún mucho mejor la misericordia y la gracia?
¿Quién no ha sufrido una herida? Vivimos en un mundo donde en ocasiones tenemos tropiezos con las personas y la forma de enfrentarlos revelará la madurez espiritual que tenemos.
El primer paso con el que nos encontramos es enfrentar el conflicto. Muchas veces la forma de enfrentar el problema llega a agravarlo más. Va a depender mucho del tipo de personalidad y de las áreas aún no santificadas en nuestras vidas.
Yo he compartido ya varias veces que cuando llegué a conocer al Señor, tuve que tratar duramente con el enojo, la ira, el mal carácter, la falta de paciencia. Al final mi reacción a la herida había ocasionado no solo que la otra persona no se arrepintiera y pidiera perdón, sino que resaltaba el hecho de que yo y no la otra persona tenía un problema.
A medida del paso de los años y las pruebas, Dios fue poco a poco domando mi carácter, y normalmente ese león rugiente ha muerto en mí, para dar paso a un espíritu más dócil. Pero no por eso deja de doler. Entonces el primer paso que aprendí fue aprender a enfrentar el problema.
El segundo paso era perdonar. No podía dejar que el dolor se llegará a incrustar. Además es un mandato divino. Dios nos manda perdonar las ofensas de los otros, te duela como te duela.
"Antes sed los unos con los otros benignos, misericordiosos, perdónandoos los unos á los otros, como también Dios os perdonó en Cristo." Efesios 4:32 RVES
Uff son palabras muy pero que muy claras. Dios llamándonos a perdonar como Dios nos perdonó en Cristo.
Déjame leerte una cita de Neil T. Anderson "El perdón significa aprender a vivir con las consecuencias del pecado de otra persona. El perdón es algo costoso; pagamos el precio de la maldad que perdonamos. Sin embargo, vas a tener que convivir con las consecuencias, lo quieras o no; tus únicas opciones entonces son: vivir con amargura y sin perdonar o vivir con la libertad del perdón"
Cuánta razón en estas palabras. He reflexionado sobre ellas y tienen tanta razón. Perdonar es vivir con las consecuencias del pecado de otra persona, pagar el precio de la maldad que perdono. Pero, ¿qué opción nos queda, desobedecer a Dios? Y no solo eso ¿vivir con amargura? La falta de perdón es como un cáncer que cangrena por dentro, que te destruye, y te llena de resentimiento y amargura.
Walter Riso escribió " Maldito rencor, pasé los mejores años de mi vida concentrado en el dolor del pasado, en lugar de centrarme en la dicha del presente…" ¿queremos eso? ¿queremos perder las oportunidades del momento presente solo por estar concentrados en el dolor del pasado? Es difícil soltar la herida pero más perjudicial es que vivamos anclados y angustiados en el pasado. La falta de perdón produce unas raíces profundas de rencor y resentimiento.
El psicólogo Adrián Triglia escribió "No es posible remontar el vuelo si estamos anclados al suelo presos del resentimiento.". ¿Quieres vivir anclado?; ¿preso? No es la clase de vida que Cristo compró en la cruz del Calvario para ti. ÉL murió para perdonarte y hacerte libre, Él murió a causa de tu pecado, de tu ofensa a Dios, para perdonarte, para hacerte libre, así que rompe las ataduras y vuela alto, aprende a perdonar.
Ahora ya vamos subiendo un peldaño en nuestro crecimiento espiritual, aprendemos a perdonar como Cristo nos perdonó.
El siguiente paso es ser libre de la venganza. ¿Cómo? Perdonamos entregando a Dios nuestro dolor y dejándolo en sus manos. Oramos Señor haznos Tú justicia. Es nuestro derecho. CRisto en la cruz pagó el castigo de mi pecado, Él es la justicia ante Dios Así que cuando perdono oro a Dios entregándole mi dolor y dejando a Dios que Él se ocupe del problema, que Él aclare lo sucedido. Y puede ocurrir un problema. Y es que a veces aprendemos a perdonar, a dejar en manos de Dios que nos haga justicia y Dices vez tras vez, en tu dolor, Tú eres mi justicia. Pero puede ocurrir que esperamos la justicia como venganza, y llegamos a tener una lista de "me tienes que hacer justicia por esto, por aquello, por ". Y no solo eso, cuando la persona está por fin por caer, nos puede llegar a entrar un regocijo. Ojo. Estamos en otro problema.
Cuando cayere tu enemigo, no te huelgues; Y cuando tropezare, no se alegre tu corazón. Proverbios 24:17 RVES
Nos dice no te huelgues, no te alegres. Charles R. Swindoll escribe: "El regocijo ante la caída revela un corazón de amargura y resentimiento que cometería venganza si tuviera oportunidad".
¿Será entonces que tenemos un corazón de resentimiento? El resentimiento se define como un Sentimiento persistente de disgusto o enfado hacia alguien por considerarlo causante de cierta ofensa o daño sufridos.
Podemos llegar a decir, yo no siento disgusto o enfado persistente, pues he cedido mi derecho a buscar la justicia a Dios. Yo decidí ceder mi derecho de venganza a Dios y lo espero. La Escritura es clara en el hecho de que yo puedo orar al Señor según Deuteronomio 32:35 donde nos dice "Mía es la venganza y el pago".
Asī que Dios es claro, si me alegro cuando alguien que me ha dañado cae, con la cantinela externa o interna de "ya lo había dicho" aún tengo un problema no solucionado
Entonces, ¿no debería esperarlo? No es no esperarlo, el problema está en alegrarme si ello ocurre.
Después de esto, he aprendido que Dios me quiere llevar a un paso nuevo en mi madurez, en el área del perdón. El devocional decía, "y qué si Dios quiere tener misericordia" ¿estamos realmente preparados a ello, a que en vez de hacer justicia, Dios decida hacer misericordia.? Es más ¿oramos en vez de por justicia por misericordia?
Consideramos si un acto de misericordia sería mas beneficioso para la obra de Dios, para la vida de la persona. Y entonces, nos encontramos con Dios tratando en nuestro interior y poniendo en orden lo intereses. ¿Qué debería ser más importante, mi justicia o su obra? ¿Qué debe ser más importante mi justicia o el bien en otra persona? Y nos nos encontramos con la gran realidad, Dios es sabio y siempre busca hacernos crecer. Hay un paso más allá del perdón, y es perdonar y orar por esa persona para que Dios tenga misericordia de ella. ¿Lo hacemos? ¿Estamos dispuestos a ello?
Pensando en esto, voy a la iglesia y el pasaje que se comparte es Jeremías 33:1-9. Te animo a leerlo en tu casa. Yo no lo haré aquí por tiempo pero te voy a contar más o menos que pasa. Jeremías ha hablado al pueblo por el pecado contra Dios que estaban cometiendo y a causa de sus palabras lo metieron en un pozo. Dios le habló en su problema, en su dolor y le animó a clamar poderosamente, diciendo que le enseñaría cosas grandes y ocultas que no conocía. Uno esperaría en esa situación que Dios le dijera que lo iba a rescatar, a sanar, a hacerle justicia, pero se encuentra que Dios le dice que va a restaurar al pueblo, os dejo las palabras literales:
"He aquí que yo le hago subir sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad. Y haré volver la cautividad de Judá, y la cautividad de Israel, y edificarélos como al principio. Y los limpiaré de toda su maldad con que pecaron contra mí; y perdonaré todos sus pecados con que contra mí pecaron, y con que contra mí se rebelaron. Y seráme á mí por nombre de gozo, de alabanza y de gloria, entre todas las gentes de la tierra, que habrán oído todo el bien que yo les hago; y temerán y temblarán de todo el bien y de toda la paz que yo les haré.» Jeremías 33:6-9 RVES
Qué grande es Dios, les perdonaría, los sanaría, limpiaría, les daría abundancia de paz y de verdad, Dios se glorificaría a través de sus vidas, sus testimonios harán que la gente conozca el amor transformador de Dios. Obraría misericordia en ellos.
Te imaginas, ¿es el tipo de respuesta grande y oculta que esperarías oír en el pozo, en tu prueba? Pero Jeremías era un gran hombre de Dios y amaba la obra de Dios y eso sé que sé le satisfizo. Él estaba por encima de la venganza y amaba la obra de Dios.
¿Qué de esto en tu vida? ¿En la mía? ¿Amamos tanto la obra de Dios que estamos dispuestos a negarnos a nosotros mismos y orar que Dios no nos haga justicia sino misericordia a aquel que nos ha herido?.
Pero no voy a quedarme aquí, el último paso en el devocional me animaba a mostrar gracia, a hacer acciones de gracia. Guau, eso si que ya es otro paso más. Podemos decir: Dios muestra Tú misericordia, pero que vayamos y le hagamos actos de gracia, ¿no es demasiado pedir?
Dios me ha hablado muy profundamente, ¿cuánto amas mi obra? ¿Cuánto amas la extensión de mi reino? ¿Cuánto estás dispuesta a negarte a ti misma por amor a mï? Dios me está hablando en un tema específico de mi vida. Tengo que decir que es una semana dura espiritualmente, con luchas por varios frentes mientras Dios me hablaba esta palabra, pero tengo que decir que aunque físicamente más débil por la batalla y la enfermedad, más fuerte en mi espíritu, decido decir sí, Tu obra está por encima de mis sentimientos, de todo. Mi amor por ti tiene que vencer cualquier frente. No dejaré que nada ni nadie me mantenga anclada, quiero revelaciones de tu parte aunque ellas me lleven a negar vez tras vez mi yo, porque quiero oír tu voz fluida en mí, quiero que te muevas en mí, que TÚ puedas fluir a través mío. No dejaré que nada, ni nadie se interponga. Me comprometo a hacer actos de bondad.
Os espero en la próxima porción.
Bendiciones.
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