Pero, ¿qué tenemos ahora? Tenemos una conciencia tranquila por medio de la sangre preciosa de Jesús. Tenemos el amor de Dios fijado en nosotros más allá de todo cambio. Tenemos poder con Dios en la oración, en todo tiempo de necesidad. Tenemos la providencia de Dios que nos vigila, los ángeles de Dios que nos ministran, y, sobre todo, el Espíritu de Dios que mora en nosotros. De hecho, todas las cosas son nuestras: “Sea lo presente, sea lo porvenir, todo es vuestro.” Jesús es nuestro. Sí, la divina Trinidad en Unidad es nuestra. Aleluya.
C. H. Spurgeon
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