En esta mañana, quiero comenzar agradeciéndote tu gran amor por mí, de tal manera que me rescataste de la muerte. Hoy sé que sé que la muerte no tiene poder sobre mí, sino que llegará el día en el que dormiré para partir por la eternidad contigo. Gracias que el salmista continúa diciendo que mientras estaba en la tierra no dejaste que su pie resbalara y así has hecho y haces conmigo, no me dejas, me cuidas, me guías, me proteges y cuando así resbalo estás para sostenerme. Gracias porque casa día puedo caminar en tu presencia y no solo en tu presencia, porque tu palabra me enseña que Tú vas conmigo, tu Espíritu Santo vive en mí. Gracias porque cada día me das vida, aunque este cuerpo poco a poco vaya estropeandose, en mi espíritu Tú me das vida, me ayudas en el alma, me sanas las heridas internas, me ministras. Gracias por este día en el que caminaré contigo en la luz de tu vida. Gracias.
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